viernes, 17 de abril de 2009

Un siglo de barbitúricos en neurología


Hasta principios del siglo xx, los tratamientos farmacológicos de los trastornos neurológicos eran escasos y poco eficaces; únicamente destacaban los bromuros como agentes sedantes y antiepilépticos. Desarrollo. Con la introducción clínica de los barbitúricos en 1904, se inicia una nueva era en el abordaje farmacológico de ciertas patologías neurológicas. En este trabajo, se analiza el proceso histórico del descubrimiento y del empleo de los barbitúricos en el ámbito de la neurología, que inició von Baeyer en 1864, con la síntesis de la malonilurea, hasta el período de declive de la terapéutica barbitúrica en la década de los años sesenta. En 1903, von Mering y Fischer descubrieron las propiedades hipnóticas del barbital y posteriormente sintetizaron el fenobarbital (1911). En los años sucesivos fueron incorporándose al arsenal terapéutico, de forma paulatina, numerosos barbitúricos (butobarbital, amobarbital, secobarbital, pentobarbital, tiopental, etc.). Analizamos los diferentes usos terapéuticos de los barbitúricos en neurología durante este período, desde su tradicional empleo como agentes hipnóticos (von Husen) al descubrimiento de las propiedades anticomiciales del fenobarbital (Hauptmann) y su empleo en el tratamiento de la epilepsia. Conclusiones. Los barbitúricos constituyeron las primeras herramientas farmacológicas realmente eficaces en el manejo de algunos trastornos neurológicos. Sin embargo, sus problemas de seguridad (fenómenos de dependencia y muertes por sobredosis), junto a la introducción de una pléyade de psicofármacos en la década de los cincuenta, acabaron por eclipsar el uso de los barbitúricos, salvo en algunas indicaciones puntuales.

Utilización de fármacos antihipertensivos y desarrollo de insuficiencia cardíaca


Se ha planteado que la utilización de determinados tipos de tratamiento antihipertensivo puede favorecer el desarrollo de insuficiencia cardíaca (IC). El objetivo del estudio fue analizar la posible existencia de una asociación con los fármacos antihipertensivos en pacientes con nuevo diagnóstico de IC. Pacientes y método: Estudio retrospectivo de casos (81 pacientes con un primer ingreso por nuevo diagnóstico de IC) y controles (162 pacientes ingresados por otros tipos de complicaciones cardiovasculares secundarias a la hipertensión). Se registraron el tipo de tratamiento antihipertensivo utilizado y su asociación con el desarrollo de IC. Resultados: No se objetivó asociación con ninguna de las principales familias de antihipertensivos. Al agrupar éstos en 2 tipos, clásicos (diuréticos y bloqueadores beta) o modernos (antagonistas del calcio, inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina, bloqueadores alfa y antagonistas de los receptores de angiotensina), se observó una asociación negativa entre estos últimos, que se hallaban presentes en el 48,1% de los casos y en el 63,6% de los controles (odds ratio = 0,532; intervalo de confianza del 95%, 0,310-0,913). Esta asociación desaparecía al ajustar por la presencia de factores de riesgo cardiovascular o enfermedades relacionadas con la hipertensión. Conclusiones: El desarrollo de IC no está ligado a la utilización retrospectiva de ningún tipo determinado de fármaco antihipertensivo. La evidencia disponible no permite recomendar determinados tipos de fármacos en pacientes con riesgo de desarrollo de IC que no presenten síntomas de la enfermedad.

Antagonistas opioides y consumo de alcohol


El alcoholismo se considera una enfermedad crónica, progresiva y a menudo mortal; es un trastorno primario y no un síntoma o signo de otras enfermedades. Con el fin de evitar o reducir el consumo de alcohol se han utilizado diferentes estrategias farmacológicas; entre ellas, el tratamiento con antagonistas opioides ha tenido resultados satisfactorios. El objetivo del presente trabajo es mostrar evidencia experimental de la acción de diferentes antagonistas opioides sobre el consumo de alcohol con base en la especificidad sobre sus receptores en diferentes estrategias farmacológicas. Desarrollo. El consumo del alcohol incrementa la liberación de opioides endógenos; por lo tanto, el bloqueo de receptores opioides aparentemente reduce las propiedades reforzantes del alcohol. Con esta base, los antagonistas opioides inespecíficos más utilizados en clínica son la naloxona y la naltrexona, que se unen con diferente afinidad a los receptores mu, delta y kappa. Con el fin de deslindar la participación de estos receptores opioides en el uso y abuso del alcohol, se han estudiado antagonistas específicos para cada uno de estos receptores. A pesar de cierta inconsistencia en los resultados, los estudios en este sentido sugieren que los receptores delta y particularmente los mu tienen una participación preponderante en la modulación de la ingesta de alcohol. Conclusión. Hay suficiente evidencia de que el sistema opioide desempeña un papel importante en la dependencia del alcohol, pero es necesario analizar integralmente los diferentes sistemas neuroquímicos para entender los mecanismos neurofisiológicos subyacentes a la adicción al alcohol.

AINEs y estatinas para el tratamiento de la Enfermedad de Alzheimer


Los estudios observacionales coinciden en señalar que el uso prolongado de AINEs reduce el riesgo de desarrollar Enfermedad de Alzheimer (EA) y retrasa la instauración de la enfermedad. El mecanismo de acción de los AINEs en la EA parece ser una modulación de la gamma-secretasa, bien a través de las ciclooxigenasas bien por inducción en las mismas de un cambio alostérico. Los estudios en modelos animales demuestran una clara disminución de la neuropatología amiloidea mientras que los ensayos clínicos no han conseguido por el momento demostrar eficacia, aunque se encuentran en curso 4 ensayos clínicos con distintos AINEs, por lo que aún debemos mantener abierta la posibilidad de que alguno de ellos consiga aprobación para tratamiento de la EA.
Existe discrepancia entre los estudios observacionales caso-control, que demuestran que aquellos pacientes a los que se les prescribían estatinas tienen menor riesgo de desarrollar demencia, y los estudios observacionales de cohortes que no hallaron reducción del riesgo de sufrir ningún tipo demencia tras 1-2 años de seguimiento. El mecanismo de acción puede estar en relación con la capacidad inmunomoduladora de las estatinas, con la interacción con las secretasas o mediante interacción con la vía del isoprenoide. La estatina que más éxito ha conseguido por el momento en experimentación clínica es la atorvastatina y aún se encuentra activo un ensayo clínico con esta molécula.

Farmacología de las alteraciones vestibulares


Recientemente, se han realizado avances en la fisiología y la farmacología de las alteraciones vestibulares. Es posible ahora realizar una aproximación a los mecanismos de acción de los fármacos utilizados para el tratamiento sintomático del vértigo. Desarrollo. Estos medicamentos suelen tener múltiples acciones farmacológicas y superposición de efectos. Pueden modificar la intensidad de los síntomas (p. ej., supresores vestibulares) o prevenir las recurrencias (p .ej., bloqueadores del calcio en el caso de la migraña vestibular). La mayoría de los fármacos utilizados para el tratamiento agudo del vértigo pueden interferir negativamente con los mecanismos de la compensación central. Los ejercicios de rehabilitación vestibular y ciertos fármacos pueden acelerar la compensación. La elección del fármaco y la vía de administración depende de: la gravedad del cuadro clínico, el patrón de evolución temporal, la enfermedad vestibular subyacente, las condiciones clínicas asociadas y el perfil de efectos colaterales de los fármacos empleados. Conclusión. Los supresores vestibulares y los antieméticos siguen siendo los pilares del tratamiento agudo del vértigo.